sobre el miedo. (III)

¿Cómo enfrentarse al dragón? El primer paso es dejar de tener miedo a tener miedo. Cuando lo tengas, pues lo tienes y punto. Sé que parece contradictorio, pero tiene todo el sentido del mundo. No serás el primero en sentirlo, ni el único. Es algo que puede suceder y sucede. Stop dramas.

Lo peor del miedo es identificarlo como algo externo. Eso hace que se te divida la cabeza en dos, una mitad contra la otra. Una de ellas percibida como una invasión de algo externo y maligno que hay que expulsar lo antes posible. Spoiler alert: no serás capaz, porque no puedes expulsar de tu cabeza a una parte de tu cabeza, de ti mismo. Intentarás evitar, suprimir, resistir y temer a la mitad “mala”. Pero no intentes algo que es imposible. Acepta que no lo conseguirás y simplemente préstale atención al miedo. Escucha lo que tenga que decirte y déjalo estar.

Si lo dejas tranquilo a él, a esa voz de tu cabeza que intenta asustarte, no va a desaparecer, pero tampoco va a crecer. Si lucharas contra él, tampoco iba a desaparecer (nunca jamás de los jamases), pero sí crecería. Mucho. 

Fíjate siempre en la experiencia en sí, en lo que sea que te de “miedo”. En esa actividad que desata el mecanismo. No en tus expectativas de la situación. El miedo surge del desajuste entre expectativa y realidad, no de la experiencia en sí.

Una parte de ti, amenaza con paralizarte si haces lo que le aterra (a ti también, claro está). Pero tú estás al timón y, siendo una obligación, tienes que hacer esa cosa que te aterra (que os aterra).

Tienes que enfrentarte a esa situación voluntariamente. Tienes que escuchar con mucha atención a esa voz interna que te dice que pares, que intenta bloquearte. Decirle que todo está bien, que no le vas a dejar sola en ningún momento. Que vais a hacerlo juntos y poco a poco. Y ofrecerle salidas en todos los puntos.

“Intentamos ir un poquito más allá, y si no somos capaces, nos vamos”. “Todo va a estar bien”. No hay que deshacerse del miedo, hay que aceptarlo y acompañarlo. Forma parte de ti, como un lunar o una arruga. Sin él, no serías tú. Todo está bien. 

Hay que observar al miedo como quien va a la función de un mago a descubrir sus trucos. Prestar mucha atención. A veces te distraerás. Pero hay que volver a la función todas las veces que haga falta, concentrarse y prestar mucha atención a todo. 

No eres un viajero, eres un explorador. No intentas llegar a ningún lugar. Sólo conocer y aprender. 

El miedo es como un psicópata que te rapta y no te deja salir de tu encierro “por tu propio bien”. Intenta que no hagas algo (como hablar en público), para “protegerte en caso de que fracasaras”. Pero, en realidad, lo que quiere es que no lo consigas. Si lo consiguieras, ya no lo necesitarías para “seguir protegido”, y lo que quiere es sobrevivir.

Deja de ser una persona asustada, y empieza a ser la persona que observa a la persona asustada. Dile que todo está bien, que no hay un peligro real, que no la vas a dejar sola y que respire con calma. 

El objeto es romper el hábito de escuchar sólo a las voces del miedo. Lo que practicas, crece más fuerte. Si te acostumbras a escuchar a las voces del presente, las de la gratitud, lo que te rodea, poco a poco dejarás de escuchar las otras voces. No es que desaparezcan, es que cogerán la costumbre de ignorarlas (igual que antes ignorabas el presente, pero estaba ahí).

“No podemos controlar el futuro, pero juntos podemos enfrentarnos a cualquier cosa.”

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